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Los “nuevos” pobres, de los países ricos (un relato trágico de la crisis) (I) (página 2)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Los tres mecanismos se han agotado. El
desafío consiste en restaurar la enorme clase media
estadounidense. Esto exige resucitar la negociación
básica que relaciona los salarios con las ganancias
generales, y facilitarle a la clase media una porción de
la tarta suficiente. Como deberíamos haber aprendido de La
Gran Prosperidad, no es posible una economía creciente y
vibrante sin una clase media creciente y vibrante.

"The Truth About the Economy", by Robert Bernard
Reich:

Expone lo que considera es la verdad sobre la
economía actual, sobre cuál es el principal error
que estamos cometiendo.

El razonamiento que se realiza, con datos válidos
para Estados Unidos, es el siguiente. En los últimos 30
años el PIB se ha doblado, pero, paradójicamente,
los sueldos se han estancado y son prácticamente iguales
que por aquel entonces. ¿Quién es el responsable?
La inflación, ganamos más nominalmente pero no
realmente. Entonces, ¿a dónde van las ganancias?
Según el Sr. Reich a los "super rich" (súper
ricos), que identifica como los que están en la cima de la
pirámide cuando de dinero hablamos. Lo justifica con los
datos de ingresos, hace treinta años el 1% más rico
de la población se llevaba a su casa el 10% de los
ingresos totales, hoy es el 20% y poseen el 40% de la riqueza del
país.

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Cree que esto conduce a que aumenten su poder en la
legislación y por tanto se reduzcan los impuestos a los
más acaudalados. El resultado son menores ingresos
tributarios, déficit fiscal y menores servicios como
educación, sanidad, infraestructuras… Asimismo las
personas empiezan a echarse la culpa unas a otras, nacionales
contra inmigrantes, trabajadores de la empresa privada contra la
empresa pública, y demás debates que también
se reproducen en nuestro país. Pero la realidad,
según el vídeo, es que la clase media está
débil, lo que les nos lleva a consumir menos, a no querer
endeudarnos y en definitiva a una recuperación
insatisfactoria y alto desempleo. Conclusión,
economía fuerte = clase media fuerte.

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Vemos que el "top 20%" gana un 59.1% de los ingresos
totales, pero por la contra paga el 64.3% de los
impuestos.

La cuestión no son tanto los tipos impositivos
como la creciente divergencia entre "ricos y pobres", no es que
los ricos paguen poco, es que "los pobres" ganan poco.

Más datos interesantes:

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¿Curioso, no? Nos pegamos entre nosotros cuando
actualmente un CEO gana unas 350 veces más que un empleado
medio mientras el ratio histórico es inferior a las 100
veces. Además vemos que los sueldos en la parte alta de la
jerarquía suben muy por encima de los beneficios a la par
que los de los trabajadores se estancan. Y si bien es simplificar
demasiado centrarse en los "CEO" vamos enfocando el
problema.

¿En dónde converge todo esto?
Globalización. Observen el siguiente
gráfico:

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Si bien los resultados del 40% son puntuales, el
progresivo menor porcentaje sobre el total por el impuesto de
sociedades es un hecho. A raíz de la Segunda Guerra
Mundial y coincidiendo con la apertura de mercados y fronteras
parece que las empresas han buscado la forma de "optimizar" su
carga fiscal aprovechando esta circunstancia, llegando a
mínimos del 10% sobre el total o incluso menos.

Claro, con un tipo marginal de los más altos del
mundo en Estados Unidos la "optimización" puede
entenderse, donde ya jugamos a algo peligroso es cuando una
empresa como Google tributa el 2.4% gracias a Irlanda pero sus
beneficios vienen de otros lugares con altos impuestos. Es decir,
hago mis negocios gracias a unos pero les doy el dinero a otros.
Y si bien es injusto personificar en Google porque muchas lo
hacen, es un ejemplo que muestra perfectamente lo que está
ocurriendo globalmente.

Qué largo me lo fiais: tarde, mal o…
¿nunca?

"Dos años después del final oficial de
la peor recesión desde la Gran Depresión, la
recuperación de Estados Unidos demuestra ser una de las
más decepcionantes desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial"…
La recuperación de EEUU es una de las
más decepcionantes (The Wall Street Journal –
4/7/11)

(Junio 2011) Según una amplia gama de indicadores
-el crecimiento del empleo, los niveles de desempleo, el
crédito bancario, la producción económica,
el crecimiento del ingreso, los precios de las viviendas y las
expectativas de los hogares de bienestar financiero- la
recuperación de la economía estadounidense desde el
final de la recesión, en junio de 2009, ha sido la peor, o
una de las peores, desde que el gobierno comenzó a seguir
estas tendencias tras el final de la Segunda Guerra
Mundial.

En algunos sentidos, la recuperación es muy
parecida a las registradas en los períodos de 1991 y 2001.
Las tres estuvieron marcadas por el crecimiento gradual de la
producción y el empleo en vez de la rápida
recuperación económica típica de anteriores
casos. Pero esta mejoría puede seguir deslucida por
años, dicen muchos economistas, debido a la pesada carga
de deuda de los hogares, un sistema financiero aún
debilitado por la crisis hipotecaria, una confianza frágil
y un gobierno con pocas opciones para estimular el
crecimiento.

Hay facetas positivas. Las exportaciones,
particularmente de bienes agrícolas y manufacturados,
están mejorando, en parte debido a las pujantes
economías de los países en desarrollo y a la
debilidad del dólar.

Aun así, ajustes estructurales mayores
están frenando la economía
estadounidense.

Los bancos tienen menos capacidad o
predisposición para prestar que antes de la crisis. Desde
que comenzó la recuperación, los bancos han
reducido el dinero que tienen disponible mediante líneas
de crédito de US$ 3,04 billones (millones de millones) a
US$ 2,69 billones y han reducido las líneas de
crédito sobre capital inmobiliario de US$ 1,33 billones a
US$ 1,15 billones, según el Banco de la Reserva Federal de
Nueva York.

En general, el crédito bancario a hogares y
empresas en EEUU ha caído 4% desde que comenzó la
recuperación, algo que contrasta con otras recuperaciones
posteriores a la Segunda Guerra Mundial en las cuales el
préstamo usualmente repuntó.

Los estrategas, entretanto, están reacios a hacer
más para estimular el crecimiento económico. La
Reserva Federal ya ha reducido las tasas de interés a cero
y ha tenido resultados débiles con la
flexibilización cuantitativa (la inyección de
dinero en la economía a través de la compra de
valores). Un estímulo fiscal -ya sea por medio de
reducción de impuestos o aumento del gasto gubernamental-
parece improbable dado el alto déficit fiscal y los magros
resultados de intentos anteriores.

El mayor problema quizá sea la deuda que tienen
los hogares estadounidenses. En el apogeo de la bonanza
económica en el tercer trimestre de 2007, las familias de
EEUU habían tomado prestado colectivamente el equivalente
de 127% de sus ingresos anuales para financiar las compras de
casas, autos y otros bienes, en comparación con un
promedio de 84% en la década de los 90. El dinero empleado
para saldar esa deuda significa que haya menos disponible para
compras nuevas. Para el primer trimestre de este año, los
hogares habían reducido la correlación de deuda
respecto de ingreso a 112%, en parte porque los bancos han
catalogado parte de la deuda como incobrable.

Librarse de la deuda podría ser un proceso largo
y lento. Para volver a la correlación de deuda e ingresos
de la década de los 90 de 84%, los hogares tendrían
que pagar otros US$ 3,3 billones de deuda, o registrar un alza en
sus ingresos de US$ 3,9 billones. Eso es equivalente a alrededor
de nueve años de crecimiento del ingreso en tiempos
normales, calcula Dana Saporta, economista de Credit
Suisse.

Las restricciones de la deuda son especialmente
difíciles para los consumidores que antes de la crisis
dependían de las tarjetas de crédito o
líneas de crédito con garantía hipotecaria
para seguir gastando cuando su ingreso caía. Ahora, muchas
de estas líneas de crédito se han limitado o
eliminado. Con menos acceso a crédito, muchas familias
descubren que la única manera de llegar a fin de mes es
reducir el gasto.

La deuda y el débil mercado laboral han
perjudicado la confianza del consumidor, lo cual modera
aún más su predisposición al gasto. La
Universidad de Michigan revela que 24% de las familias espera
estar mejor financieramente dentro de un año (junio 2012),
el mínimo de esta medición en una
recuperación desde la Segunda Guerra Mundial.

Las empresas producen y ganan más, pero no
aumentan su personal

– ¿Por qué falla la máquina de
empleos de EEUU? (The Wall Street Journal – 29/7/11)

(Por David Wessel) Lectura recomendada

He aquí algunos números del
desempeño de las empresas y el mercado laboral en Estados
Unidos que sirven de barómetros clave de la
economía del país. En los últimos 10
años:

– La producción de bienes y servicios se ha
expandido 19%.

– Las ganancias de las empresas que no pertenecen al
sector financiero han aumentado 85%.

– La fuerza laboral ha crecido en 10,1 millones de
empleos.

– El número de puestos de trabajo del sector
privado, sin embargo, se ha reducido en casi dos
millones.

– Y el porcentaje de adultos estadounidenses con trabajo
se ha reducido a 58,2%, un nivel que no se había visto
desde 1983.

¿Por qué está fallando la
máquina de empleos estadounidense? Como
señaló hace poco Greg Hayes, director financiero de
United Technologies Corp., "las ventas han regresado, pero la
gente no".

En gran parte, eso ocurre porque la economía
crece demasiado despacio o como para absorber la fuerza laboral
disponible, y los sectores que suelen contratar en las primeras
etapas de la recuperación -como la construcción y
la pequeña empresa- se vieron paralizados por el
descalabro del crédito.

También hay que considerar el factor de la
confianza. Si los empleadores estuvieran seguros de que
podrían vender más, contratarían a
más personas. Si estuvieran menos inseguros de la
durabilidad de la recuperación y otros factores,
estarían más inclinados a incrementar sus niveles
de contratación.

Hay, además, un fenómeno
que precede a la recesión y que ha persistido a lo largo
de ella. Se trata de los cambios en la forma en que funciona el
mercado y cómo los empleadores ven a su fuerza
laboral.

Trabajadores desechables

Los ejecutivos lo llaman
"reducción estructural de costos" o "flexibilidad". El
economista Robert Gordon, de la Universidad de Northwestern, lo
llama el surgimiento de "los trabajadores desechables", una
abreviación de una estrategia de las empresas para reducir
costos laborales dondequiera que puedan, a un nivel sin
precedentes.

El economista Alan Krueger, de la Universidad de
Princeton, calcula que 70% de la escasez de trabajo actual es
simplemente cíclica, el resultado de una decepcionante
recuperación de una profunda recesión. Sin embargo,
atribuye 30% a cambios en el mercado laboral que comenzaron una
década atrás o más.

Consideremos lo siguiente:

En la recesión más reciente y en las dos
anteriores -1990-91 y 2001- los empleadores han sido más
rápidos a la hora de despedir empleados y recortar sus
horas de trabajo que en las recesiones que las habían
precedido. Muchos de ellos también fueron más
lentos para volver a contratar. Como resultado, la
"recuperación sin empleo" se ha convertido en la
norma.

En el pasado, cuando los negocios se desplomaban, las
empresas reducían personal y aceptaban menos trabajo por
empleado. Durante la profunda recesión de principios de la
década del 70, la producción estadounidense de
bienes y servicios se redujo en 5% y el empleo en 2,5%. Los
economistas trataban de comprender el "acaparamiento laboral", la
tendencia de las empresas a retener a los empleados que no
necesitaban.

Pero ya nadie piensa así. Entre
finales de 2007 (cuando el empleo estadounidense alcanzó
su mayor pico) y finales de 2009 (cuando tocó fondo), la
producción estadounidense de bienes y servicios
disminuyó 4,5%, pero el número de trabajadores se
redujo mucho más: 8,3%. El rompecabezas de hoy es
entonces: ¿cómo y por qué los empleadores
lograron aumentar la productividad, o la producción por
hora de trabajo, como nunca antes durante la peor recesión
en décadas?

La nueva norma

En una época anterior, cuando
más estadounidenses trabajaban en líneas de
ensamblaje, muchos despidos eran temporales. Cuando el negocio se
recuperaba, los trabajadores volvían a ser convocados, a
menudo debido a garantías sindicales.

En el peor momento de la recesión
de 1980-82, uno de cada cinco desempleados correspondía a
un "despido temporal". En la reciente recesión, la
proporción de despidos temporales nunca fue superior a uno
de cada 10. Eso se debe en parte a que menos estadounidenses
trabajan en fábricas. Hoy, en cambio, si un restaurante no
tiene suficientes clientes, quiebra.

"Cuando los despidos son temporales, las
recontrataciones pueden realizarse muy rápido", comentan
los economistas Erica Groshen y Simon Potter, de la Reserva
Federal de Nueva York.

Cuando los despidos son permanentes, la
recuperación del empleo es lenta, añaden. Si el
empleador quiere contratar, debe embarcarse en la tarea de
revisar currículos, lo que consume mucho
tiempo.

Las empresas, con sus ojos fijos en
el precio de las acciones y en las ganancias, valoran más
que nunca la flexibilidad encima de la estabilidad. La
recesión les demostró que podían hacer
más con menos trabajadores de lo que muchos de ellos
creían.

En una encuesta a 2.000 empresas a
principios de este año, McKinsey Global Institute, el
centro de estudios de la enorme empresa de consultoría,
encontró que 58% de los empleadores esperaba tener
más trabajadores a tiempo parcial, temporales o
subcontratados en los próximos cinco años y
más de 21,5% trabajadores "tercerizados o
externos".

"La tecnología", señala McKinsey, "permite
a las empresas gestionar el empleo como un aporte variable. Con
el uso de nuevos sistemas de programación de recursos, se
pueden proveer de personal sólo cuando lo necesitan, ya
sea por un día completo o unas pocas horas".

Las agencias de ayuda temporal juegan un papel cada vez
más importante, desde la provisión de personal
fabril y administrativo hasta enfermeras e ingenieros.

Black & Veatch, una empresa de ingeniería de
Missouri, que antes de la recesión contaba con 9.600
empleados y los redujo luego a los 8.700 que tiene hoy, contrata
alrededor de 100 trabajadores por mes. Cerca de 10% de sus
empleados son temporales, indica Jim Lewis, jefe de recursos
humanos de la empresa. "Esa es una forma rápida de traer
gente, y da un poco de tiempo para saber si el crecimiento se
mantendrá o no", explica.

También facilita volver a recortar en tiempos
difíciles. Los trabajadores, en pocas palabras, ahora
pueden ser contratados "en el momento preciso". Y aparentemente,
muchos empleadores no creen que todavía sea el momento.
Debido a que pueden contratar personal temporal casi al instante,
hay poca necesidad de contratar a la espera de una
recuperación en los negocios.

Cuando sí reclutan personal, las
grandes empresas multinacionales con sede en EEUU están en
mejor condición de y más dispuestas a contratar en
el exterior, en parte porque los salarios son a menudo más
baratos, pero también porque es allí donde
están sus clientes.

En la década de los 90, las
multinacionales incorporaron en EEUU casi dos puestos de trabajo
por cada nuevo empleo fuera del país; en tanto que en la
década siguiente, recortaron 2,9 millones de empleos
estadounidenses, mientras que aumentaron 2,4 millones en el
extranjero, de acuerdo con el Departamento de Comercio de
EEUU.

Hal Sirkin, de Boston Consulting Group (BCG), afirma que
el aumento de los salarios en China resta un poco de atractivo al
país. En 2000, los salarios de los trabajadores chinos
promediaron 3% de los de sus contrapartes estadounidenses. Hoy en
día, representan 9%, y la firma de consultoría
espera que la cifra llegue a 15% en 2015.
Sirkin predice que
ello impulsará a muchos fabricantes a devolver el trabajo
a EEUU. ¿Cuántos? Sirkin todavía trabaja en
un cálculo.

Aun cuando el gobierno cuenta 4,68 trabajadores
desempleados por cada puesto que se abre, algunos empleadores
insisten en que no pueden encontrar empleados con las habilidades
que necesitan a los salarios que pueden pagar.

¿Malbaratando a los Estados Unidos?

"Hubo momentos, en los últimos años,
cuando los dirigentes de Estados Unidos no estaban seguros del
camino que tomaría la crisis. En sólo un punto, se
sentían absolutamente seguros: Estados Unidos no
tomaría -mejor dicho: no podía- tomar la ruta de
Japón. La economía era demasiado flexible; las
respuestas gubernamentales a la crisis, muy contundentes; y el
electorado, extremadamente exigente como para permitir que el
estancamiento al estilo japonés sucediera en suelo de
Estados Unidos"…
La década perdida de Estados
Unidos (BBCMundo – 1/9/11)

Si a principios de septiembre de 2011, le
preguntáramos al secretario del Tesoro de Estados Unidos,
Tim Geithner, nos diría lo mismo.

Pero, ¿qué diría el presidente de
la Reserva Federal, Ben Bernanke?

Sí, pero… En una conferencia en agosto de 2011
a la que asistieron los gobernadores del banco central y
economistas, Bernanke dijo que "no esperaba que el potencial
crecimiento a largo plazo de la economía de Estados Unidos
fuera a resultar afectado considerablemente por la crisis". Pero
Bernanke también dijo que para evitar un daño de
ese tipo, los creadores de las políticas gubernamentales
deben dar una serie de pasos difíciles.

Las dudas sobre la capacidad para confrontar esos
desafíos es lo que lleva a muchas personas, dentro y fuera
del país, a preguntarse si, después de todo, no se
está yendo por el camino japonés. Incluso hace seis
meses, ese pesimismo sonaba un tanto exagerado.

Aunque hubo problemas en el sistema financiero
estadounidense que ayudaron a desencadenar la recesión
global de 2008-09, la pérdida de la productividad
estadounidense fue mucho más pequeña que en otras
economías avanzadas y la recuperación
estadounidense fue más rápida que en la
mayoría de los países europeos y
Japón.

Pero la verdad es que esta recuperación fue mucho
más lenta que en el pasado. Sin embargo, se sintió
como que era el precio inevitable que se tenía que pagar
tras la crisis financiera.

¿Aprendieron la lección?

El gobierno todavía sintió que
habían aplicado las lecciones del experimento
japonés y, por ende, había evitado el mismo
destino.

Por ejemplo, la Fed había cortado, en menos de
dos años, las tasas de interés a cerca de cero. Eso
le tomó al Banco de Japón, en la década de
los 90, seis años.

La respuesta fiscal a la crisis en Estados Unidos fue
mucho más contundente (ver el Gráfico 3), si bien
es cierto que a un alto precio: las relaciones entre los dos
principales partidos se enturbiaron de cara al futuro.

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Pero, recientes revisiones de las cifras oficiales del
Producto Interno Bruto (agosto 2011) hacen que la crisis se vea
mucho más profunda: se ha registrado una caída de
5,1% en la productividad nacional y no 4,1% como se pensó
previamente.

La recuperación también se ve más
débil.

El resultado es que el ingreso nacional no ha regresado
al punto donde estaba antes de la crisis, como sí
sucedió en Alemania, país que, de hecho,
sufrió una recesión más profunda.

Desempleo

En términos de crecimiento económico, el
desenvolvimiento de Estados Unidos en los últimos cinco
años (2006/2011) no ha sido mejor que el de Japón
durante los cinco años que le siguieron al estallido de la
burbuja de activos, a finales de los años 80. El desempleo
estadounidense es considerablemente peor.

El panorama del empleo era un terreno inhóspito
al inicio del año 2011. A septiembre 2011, es peor, con
una tasa de desempleo alrededor del 9% y con un récord de
40% de los desempleados en esa condición por más de
seis meses.

En el pasado, los economistas han tendido a alabar la
flexibilidad del mercado laboral estadounidense: el desempleo
aumenta más rápidamente en una recesión,
pero cae más velozmente a medida de que la economía
se recupera. Además, el desempleo de largo plazo fue
siempre mucho más bajo.

En septiembre de 2011, esa flexibilidad laboral de
Estados Unidos pareciera operar en sólo una
dirección, mientras que el "sobre-regulado" mercado
laboral alemán se ha desempeñado impresionantemente
bien.

Algunas estadísticas destacan el fracaso de la
economía estadounidense para crear empleos para su
creciente población: en 1958, 85% de los hombres
estadounidenses en edad de trabajar estaban trabajando. En
septiembre de 2011, menos del 64% tiene empleo y, en caso de que
crean que es simplemente debido a que las mujeres entraron a la
fuerza laboral, el porcentaje de todos los estadounidenses,
hombres y mujeres, que tienen un empleo es menor que lo que se ha
registrado desde inicios de la década de los
80.

Pero no se trata sólo de trabajos. En su
último estudio sobre la economía de Estados Unidos,
el Fondo Monetario Internacional analizó en detalle las
últimas diez recesiones de Estados Unidos.

Tomando como base la mayoría de los indicadores
clave, las dos crisis del siglo XXI (la de 2000-01 y 2008-09) han
sido las peores.

Eso es lo que hace que muchos piensen que Estados Unidos
ya sufrió una "década perdida", al menos en Main
Street (es decir, en el bolsillo de los consumidores).

El ingreso promedio de los hogares estadounidenses
cayó 3,6% entre 2001 y 2009.

Los ingresos reales volvieron a caer nuevamente en 2011,
mientras que la inflación repunta y los salarios se
mantienen en el mismo lugar.

La debilidad de los salarios es similar a la que
experimentó Japón (ver el Gráfico
8).

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Como muestra el gráfico, Estados Unidos no es
Japón todavía. Necesitaría otros cinco
años de lo mismo para realmente seguir el camino de
Japón.

El problema es que los analistas están empezando
a ver otro síntoma que el Estados Unidos de 2011 comparte
con el Japón de los 90: parálisis
política.

Eso, más que el crecimiento débil o el
actual nivel de endeudamiento público, es lo que
más le preocupa a la agencias de riesgo.

¿Recuperación moderada?

Muchos economistas piensan que Estados Unidos
podría experimentar una moderada, pero estable,
recuperación económica en los próximos
años.

Pero, como ha enfatizado Bernanke, eso requerirá
que los políticos tomen decisiones difíciles,
incluyendo un plan creíble de reducción, a largo
plazo, de préstamos federales.

Asimismo, se debe evitar, el año que viene, poner
en riesgo la recuperación económica con un retiro
demasiado pronto del programa de estímulo.

Incluso -pese al acuerdo al que llegaron los
legisladores sobre el límite de endeudamiento
estadounidense- existe una gran posibilidad de que las
discrepancias entre demócratas y republicanos tengan un
efecto adverso: una excesiva rigidez a corto plazo, del orden del
2% del PIB en 2012, sin una sólida estrategia para
encaminar la deuda pública hacia un patrón de
reducción en cinco años.

Por todas estas razones, es un tanto fácil
deprimirse sobre el futuro de Estados Unidos. También es
sencillo entender por qué la agencia de
calificación Standard & Poor's concluyó que la
deuda del gobierno de Estados Unidos no sería triple-A por
ahora.

Pero, también se podrían encontrar razones
para pensar que los pesimistas, entre ellos S&P, no
están vendiendo bien a Estados Unidos.

¿Por qué? Porque dejando la
política a un lado, muchos de los ajustes que la
economía estadounidense necesitaba para frenar el aumento
de su deuda y para competir en los mercados globales, ya
están en marcha.

Los ahorros de las corporaciones y de los hogares han
aumentado considerablemente y la productividad está
despegando. A septiembre de 2011 déficit por cuenta
corriente ha ido cayendo, es decir, casi la mayoría del
déficit presupuestario del país está siendo
financiado por los propios ciudadanos (aunque un significante
porcentaje de la deuda acumulada está en bancos
internacionales).

De acuerdo con Diana Choyleva, de Lombard Street
Research, los costos laborales unitarios en la industria de
Estados Unidos cayeron 2% en 2009 y otro 2,8% en 2010.

Las estadísticas de China son más
difíciles de conseguir, pero el aumento de los precios y
los salarios significa que los costos laborales unitarios de las
compañías chinas han probablemente aumentado entre
2,5% a 4,3% al año.

Eso significa que, incluso con China permitiendo una
nominal apreciación del yuan contra el dólar,
compañías estadounidenses están siendo
percibidas mucho más competitivas que hace pocos
años.

¿Futuro asiático?

Quizás el siglo XXI le "pertenecerá a
China y a India", como muchos sugieren. Pero, Estados Unidos ha
sido dado de baja muchas veces antes. Las empresas globales a las
que les fue bien en la década pasada, particularmente en
el ámbito de la economía digital, saber apreciar a
los iconoclastas, a lo que toman riesgos y quienes piensan
creativamente. Para bien o para mal, Estados Unidos es mejor
conocido por esas características, mucho más que
China o Alemania.

Detrás de un vidrio oscuro (sabor
amargo)

"Pese a que ya han transcurrido dos años
desde que Estados Unidos salió de la recesión,
muchos de sus ciudadanos sienten que no es mucho lo que ha
cambiado. La economía se sigue recuperando a paso de
tortuga de una crisis que no respetó edad, sexo,
región ni profesión"…
EEUU: Una
recuperación con sabor a recesión (The Wall Street
Journal – 1/11/11)

Una serie de estadísticas sombrías sirve
como telón de fondo de los numerosos estadounidenses
obligados a cambiar de carrera, volver a vivir con sus padres o
reducir drásticamente sus gastos para ajustarse a sus
nuevas circunstancias.

Una cifra, el ingreso mediano por familia, es decir el
que está precisamente en la mitad, descendió 3,2% a
US$ 53.518 durante la recesión de 2007-2009. Entre junio
de 2009 y junio de 2011 cayó otro 6,7% según un
análisis de los datos mensuales de la Oficina del
Censo.

Otros datos pintan un panorama igual de sombrío.
La última recesión sólo fue superada en
duración y fuerza por la Gran Depresión de los
años 30. La producción total de bienes y servicios
demoró dos años en retomar el nivel anterior a la
crisis, el lapso más prolongado desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial. El PIB per cápita, a su vez, aún
permanece 3% por debajo del de fines de 2007.

Desde mediados de 2009, cuando acabó la
recesión, la economía se ha estado expandiendo pero
a un ritmo que resulta insuficiente para reducir el desempleo,
que se ubica en 9,1%. Y el sector inmobiliario, el más
golpeado por la crisis, aún no repunta. Los precios de las
viviendas en junio, por ejemplo, estaban 10,1% por debajo de los
de mediados de 2009. Uno de cada cinco deudores hipotecarios
tiene que pagar una hipoteca que supera el valor de su
casa.

La educación, otrora un camino confiable hacia un
empleo bien remunerado, no ha frenado el declive de los salarios
durante la recuperación. Durante junio de 2009 y junio de
2011 cayeron los ingresos medios de las familias encabezadas por
los egresados de la escuela secundaria (8,2%), y por quienes
tienen un título universitario (5,9%), según los
cálculos de la firma Sentier Research.

El resultado es que las personas que reciben menores
ingresos y ven cómo sus pensiones se han reducido gastan
menos. Las preocupaciones acerca de perder o encontrar un empleo,
o el pago de deudas, se traducen en una mayor cautela a la hora
de abrir la billetera.

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Sólo 21% de los estadounidenses espera una
mejoría de la economía durante los próximos
12 meses, según una encuesta realizada en octubre (2011)
por The Wall Street Journal y NBC News.

La mayoría de los economistas que participaron en
la última encuesta de proyecciones de The Wall Street
Journal, por su parte, estima que el ingreso medio
demorará más de 10 años en regresar a los
niveles previos a la recesión.

En momentos en que los ingresos están estancados,
las familias han optado por reducir paulatinamente sus niveles de
endeudamiento. Jerry Webman, director de inversión y
economista jefe de Oppenheimer Funds, estima que los
estadounidenses sólo han recorrido la mitad del camino en
este sentido. Basándose en información como los
niveles de crédito de consumo, "pareciera que a estas
alturas estamos tocando fondo", indicó.

Hasta que termine, este proceso de reducción de
deuda limitará el repunte de la economía, aunque
EEUU no reciba ningún shock externo, lo que obliga a los
estadounidenses a tratar de sobrevivir en una recuperación
económica que es muy desigual.

Las firmas gastan en maquinaria, pero no crean
empleos.

"En ninguna otra recuperación estadounidense
desde la Segunda Guerra Mundial las empresas han sido tan
rápidas en impulsar el gasto en maquinaria y software y,
al mismo tiempo, más lentas a la hora de contratar
empleados"…
El hombre vs. la máquina, el dilema de
EEUU (The Wall Street Journal – 17/1/12)

Parte de esto tiene que ver con la vieja historia de
sustituir capital por mano de obra. Pero una combinación
de exenciones tributarias temporales que en 2011 permitieron a
las empresas en Estados Unidos reducir el valor contable de la
totalidad de sus inversiones en el primer año y tasas de
interés históricamente bajas a corto y largo plazo
ha acelerado el proceso.

La contratación, en tanto, es demasiado lenta
como para reducir rápidamente la tasa de desempleo. Las
empresas han incorporado trabajadores a una tasa mensual de
142.000 durante los últimos seis meses del año
2011, la mitad del ritmo necesario para reducir de manera
significativa la desocupación, que en la actualidad se
ubica en 8,5%.

Billy Cyr, presidente ejecutivo de Sunny Delight
Beverage Co., una firma de bebidas de Cincinnati, Ohio, cuenta
que está comprando nueva maquinaria en parte gracias a los
precios de liquidación. "Cuando el costo del capital
aumenta, es difícil justificar la compra de equipos y, en
cambio, puede dar lugar a un mayor empleo a partir del uso de la
maquinaria existente", opina, por ejemplo añadiendo turnos
u horas extras. A finales de 2011, ocurre lo
contrario.

En lugar de contratar, empresas como Sunny Delight y el
fabricante de motosierras Stihl Holding AG están
invirtiendo en tecnología para realizar sus operaciones de
manera más productiva. La historia sugiere que la
inversión que aumenta la productividad a la larga crea
puestos de trabajo y eleva los niveles de vida. La
mecanización agrícola y la automatización de
las fábricas desataron temores de desempleo permanente,
pero la eficiencia en la producción de las materias primas
creó puestos de trabajo en todo tipo de
servicios.

La mayoría de los economistas dice que el aumento
de la productividad surtirá el mismo efecto
benéfico a largo plazo. En el corto plazo, sin embargo, la
mayor eficiencia permite a las empresas demorar la
contratación.

Y eso es lo que ha estado sucediendo en las
últimas recuperaciones de la economía
estadounidense. El gasto en equipo y la incorporación de
empleados están, en general, sincronizados. Desde que EEUU
comenzó a crecer de nuevo, en 2009, el gasto real en
equipo y software se ha incrementado en 31%. En el período
de posguerra, sólo después de las recesiones de
1970 y 1982 ese tipo de gasto experimentó una
expansión más rápida. El empleo en el sector
privado aumentó apenas 1,4% durante el mismo lapso.
Sólo el repunte posterior a las recesiones de 1980 y 2001
mostró un crecimiento más lento del
empleo.

Erik Brynjolfsson, economista del Instituto de
Tecnología de Massachusetts (MIT), afirma que las empresas
comenzaron a priorizar la inversión en tecnología
que ahorra mano de obra en la primera mitad de la década
pasada. El punto de inflexión, señala, se produjo
durante la recesión, cuando se dieron cuenta de que
podían hacer mucho más de lo que esperaban con
menos gente.

Las compañías han reaccionado al retroceso
de la demanda invirtiendo en maquinaria que automatiza
funciones.

"Es como si la economía tuviera un potencial
reprimido de ahorro de mano de obra que no había
manifestado hasta la recesión", sostiene Brynjolfsson,
autor de un nuevo libro sobre la
automatización.

Por supuesto, el aumento del gasto en capital no es el
único impedimento para la creación de empleos.
Algunos empleadores dicen que contratarían más si
no hubiera tanta incertidumbre. Otros se quejan de que no pueden
encontrar trabajadores calificados para cubrir sus
vacantes.

El gobierno estadounidense dice que la situación
del empleo sería peor si no fuera por el salto en la
inversión empresarial.

Jason Furman, director adjunto del Consejo Nacional
Económico de la Casa Blanca, señala que el gasto en
equipamiento y software ha creado puestos de trabajo en las
empresas en expansión, así como en las que fabrican
e instalan los equipos. La contratación, sin embargo, es
impulsada principalmente por el crecimiento de la demanda y ese
es el aspecto más problemático.

As time goes by: de los "déficits gemelos" a los
"déficits trillizos"

– Los tres déficits de Estados Unidos (Project
Syndicate – 2/2/12) Lectura recomendada

(Por Laura Tyson)

Berkeley.- Este año comenzó con una serie
de informes que incluyen reconfortantes pruebas de que la
recuperación económica en los Estados Unidos se
está fortaleciendo. El ritmo de creación de empleos
ha aumentado, los indicadores de manufactura y servicios han
mejorado, y el consumo ha sido más fuerte de lo previsto.
Pero es demasiado pronto para celebrar.

El crecimiento de la producción
en EEUU sigue siendo anémico y la economía
continúa enfrentando tres importantes déficits: un
déficit de puestos de trabajo, un déficit de
inversión y un déficit fiscal de largo plazo. No es
probable que en un año electoral se aborde ninguno de
ellos.

Aunque hoy la producción es más alta que
en el cuarto trimestre de 2007, sigue estando muy por debajo de
lo que podría si la capacidad productiva y la mano de obra
se utilizaran plenamente. Esa brecha -entre la producción
real y potencial- se estima en más del 7% del PIB
(más de 1 billón de dólares).

La brecha del producto refleja un
déficit de más de 12 millones de puestos de
trabajo, la cantidad necesaria para volver al nivel máximo
de empleo de la economía en 2007 y absorber las 125.000
personas que ingresan a la fuerza de trabajo cada mes. Incluso si
la economía crece a un 2,5% en 2012, como estiman la
mayoría de las previsiones, el déficit de puestos
de trabajo seguirá existiendo y no se cerrará sino
hasta el año 2024.

Este déficit es principalmente el resultado de
una demanda agregada insuficiente. El consumo, que representa
alrededor del 70% del gasto total, se ve limitado por el alto
desempleo, el débil aumento de los salarios y un brusco
descenso del valor de la vivienda y la riqueza de los
consumidores. El repunte del consumo en los últimos meses
de 2011 fue financiado por una disminución en la tasa de
ahorro de los hogares y un gran aumento del crédito al
consumo. Ninguna de estas tendencias es saludable ni
sostenible.

Con una tasa de desempleo del 8,5%, una
tasa de participación laboral de apenas el 64% y el
estancamiento de los salarios reales, el ingreso laboral se ha
reducido a un mínimo histórico de 44% del ingreso
nacional. Y se trata del componente más importante de los
ingresos de los hogares y el principal motor del
consumo.

Incluso antes de la Gran Recesión, los
trabajadores y los hogares estadounidenses estaban en problemas.
La tasa de crecimiento del empleo entre 2000 y 2007 se redujo
a sólo la mitad de su nivel en las tres décadas
anteriores. El aumento de la productividad fue fuerte, pero
superó ampliamente el crecimiento de los salarios; las
compensaciones de los trabajadores por hora real se redujeron, en
promedio, incluso para aquellos con una educación
universitaria.

De hecho, el período 2002-2007 fue la
única recuperación registrada durante la cual se
redujo el ingreso real de las familias medias. Más
aún, las oportunidades de trabajo siguieron
polarizándose, con un crecimiento del empleo en
ocupaciones de altos salarios profesionales, técnicos y de
gestión, así como en los de bajos ingresos de
servicios de alimentos, cuidados personales y servicios de
seguridad.

Por el contrario, el empleo cayó en ocupaciones
que requieren habilidades medias, tanto de obreros como
administrativos, sobre todo en la industria manufacturera. Los
hogares estadounidenses en apuros redujeron sus tasas de ahorro,
tomaron préstamos poniendo como garantía sus
viviendas y aumentaron su deuda para mantener el consumo, lo que
contribuyó a las burbujas inmobiliaria y crediticia que
estallaron en 2008 y que han requerido un doloroso
desapalancamiento desde entonces.

Tres fuerzas han impulsado los cambios estructurales
adversos del mercado laboral de EEUU:

· Un cambio tecnológico
que exige habilidades especializadas y ha automatizado el trabajo
de rutina, al tiempo que impulsa la demanda de trabajadores con
al menos un título de educación
superior.

· La competencia global y la
integración de los mercados laborales a través del
comercio y la subcontratación, que han eliminado puestos
de trabajo y reducido los salarios.

· El descenso de la
competitividad de Estados Unidos como un lugar atractivo para
ubicar la producción y el empleo.

El cambio tecnológico y la
globalización han creado similares retos del mercado
laboral en otros países desarrollados. No obstante, las
opciones de políticas de EE.UU. son responsables de la
erosión de la competitividad de Estados Unidos.

En particular, Estados Unidos está subinvirtiendo
en tres áreas importantes que ayudan a los países a
crear y conservar empleos de salarios altos: habilidades y
capacitación, infraestructura, e investigación y
desarrollo. El gasto en estas áreas representa menos del
10% del gasto de gobierno de los EEUU, y esta proporción
ha ido disminuyendo con el tiempo. Hoy el gobierno federal puede
pedir prestado a tasas de interés históricamente
bajas, y hay muchos proyectos en educación,
infraestructura e investigación que podrían generar
una retribución mayor, crear puestos de trabajo ahora y
reforzar la competitividad de EEUU en la atracción de
empleos con salarios altos.

El presidente Barack Obama ha planteado numerosas
propuestas para reforzar la competitividad nacional, pero los
republicanos del Congreso las han rechazado, alegando que el
país se enfrenta a una crisis fiscal inminente. De hecho,
el déficit federal como porcentaje del PIB se
reducirá significativamente en los próximos
años, incluso sin más medidas de reducción
del déficit, antes de subir a niveles insostenibles para
el año 2030.

En efecto, EEUU se enfrenta a un déficit fiscal
de largo plazo, en gran parte resultado del aumento de los costos
de la salud y el envejecimiento de la población. Sin
embargo, el déficit fiscal actual se debe principalmente a
los débiles ingresos fiscales, por la lentitud del
crecimiento y el alto desempleo, y las medidas temporales de
estímulo que se desvanecen en momentos en que la demanda
agregada sigue siendo débil y se justifica un
estímulo fiscal adicional.

Como mínimo, para mantener la economía en
un camino de crecimiento del 2,5% este año, la
reducción de impuestos de nómina y las prestaciones
por desempleo propuestas por Obama deberían extenderse
hasta fines de año. Estas medidas serían un
refuerzo para la frágil recuperación y no
aumentarían la brecha fiscal de largo plazo.

Entonces, ¿cómo se deben
afrontar el déficit de empleos, inversiones y fiscal de
largo plazo de la economía estadounidense?

Las autoridades deberían complementar hoy mismo
las medidas fiscales para mejorar los déficits laboral y
de inversión con un plan plurianual para reducir
gradualmente el déficit fiscal de largo plazo. Este plan
debería aumentar el gasto en educación,
infraestructura e investigación, al tiempo que reduce el
crecimiento futuro del gasto en atención de salud a
través de los mecanismos de contención de costes
contemplados en las leyes de reforma a la salud de
Obama.

Si se aprueba hoy un plan de
reducción del déficit en el largo plazo pero se
difiere su inicio hasta que la economía está cerca
del pleno empleo, se evitaría que una contracción
fiscal prematura haga caer nuevamente la economía en una
recesión. De hecho, la aprobación de ese paquete
podría reforzar la producción y el empleo,
aliviando las preocupaciones de los inversionistas sobre los
futuros déficits y fortaleciendo la confianza de los
consumidores y los empresarios.

Habría que tomar hoy decisiones
dolorosas sobre cómo cerrar la brecha fiscal de largo
plazo y aplicarlas con diligencia una vez que la economía
se haya recuperado. Sin embargo, para los próximos
años, las prioridades de la política fiscal deben
ser el empleo, la inversión y el crecimiento.

(Laura Tyson, ex Presidente del Consejo de Asesores
Económicos del Presidente de Estados Unidos, es profesora
de la Escuela Haas de Negocios de la Universidad de California,
Berkeley. Copyright: Project Syndicate, 2012)

La desigualdad creciente: causas y efectos

– La trampa de la desigualdad (Project Syndicate –
8/3/12) Lectura recomendada

(Por Kemal Dervis)

Washington, DC.- A medida que crece la evidencia de
que en todas partes del mundo está aumentando la
desigualdad de los ingresos, el problema recibe una mayor
atención de los académicos y responsables del
diseño de políticas. Por ejemplo, en los Estados
Unidos, la participación en los ingresos del 1% de la
población que más gana se ha más que
duplicado desde los años setenta, pasando de un 8% del PIB
anual a más del 20% en fechas recientes, un nivel que no
se había alcanzado desde los años
veinte.

Si bien hay razones éticas y sociales para
inquietarse por la desigualdad, éstas no tienen una fuerte
relación con la política macroeconómica per
se. Esa relación se observó en los primeros
años del siglo XX: algunos señalaban que el
capitalismo tendía a generar una debilidad crónica
de la demanda efectiva debido a la concentración creciente
del ingreso que conducía a una superabundancía de
ahorros porque los excesivamente ricos ahorraban mucho. Esto
alimentaría "guerras comerciales" porque los países
tratarían de buscar más demanda en el
extranjero.

Sin embargo, a partir de los años treinta este
argumento desapareció porque las economías de
mercado de Occidente crecieron rápidamente en el periodo
posterior a la Segunda Guerra Mundial y la distribución
del ingreso se volvió más uniforme. Mientras
existiera un ciclo de negocios no aparecía una tendencia
perceptible hacia la debilidad crónica de la demanda. Las
tasas de interés de corto plazo, diría la
mayoría de los macroeconomistas, podrían
establecerse en un nivel suficientemente bajo como para generar
tasas razonables de empleo y demanda.

Sin embargo, ahora, cuando la
desigualdad está aumentando nuevamente, los argumentos que
relacionan la concentración del ingreso con los problemas
macroeconómicos se escuchan otra vez. Raghuram Rajan, de
la Universidad de Chicago, y ex economista en jefe del Fondo
Monetario Internacional, ofrece una explicación razonable
sobre la relación entre la desigualdad en el ingreso y la
crisis financiera de 2008 en su más reciente libro, Fault
Lines, que ha sido premiado.

Rajan argumenta que en los Estados
Unidos la enorme concentración del ingreso en los que
más tienen condujo a diseñar políticas
destinadas a promover el crédito insostenible en los
grupos de ingresos medios y bajos, mediante subsidios y
garantías de crédito en el sector de la vivienda y
una política monetaria laxa. También hubo una
explosión de deuda de tarjetas de crédito. Estos
grupos protegieron el aumento del consumo al que se habían
acostumbrado mediante un mayor endeudamiento. Indirectamente, los
más ricos, algunos de ellos fuera de los Estados Unidos,
ofrecieron créditos a los otros grupos de ingreso en donde
el sector financiero actuó, con métodos agresivos,
como intermediario. Este proceso insostenible se vio interrumpido
abruptamente en 2008.

Joseph Stiglitz y Robert Reich han hecho argumentos
similares en sus libros, Freefall y Aftershock, respectivamente,
mientras que los economistas Michael Kumhof y Romain Ranciere han
diseñado una versión matemática formal de la
posible relación entre la concentración del ingreso
y la crisis financiera. Mientras que los modelos de base
difieren, las versiones keynesianas hacen hincapié en que
si los muy ricos ahorran demasiado se puede prever que el aumento
constante de la concentración del ingreso conducirá
a un exceso crónico de ahorros programados con respecto a
la inversión.

La política
macroeconómica puede servir para compensar mediante un
gasto deficitario y tasas de interés muy bajas. O, un tipo
de cambio subvaluado puede ayudar a exportar la falta de demanda
interna. No obstante, si la participación de los grupos de
ingreso más altos sigue aumentando, el problema
seguirá siendo crónico. Y en algún momento,
cuando la deuda pública haya crecido mucho como para
permitir un gasto deficitario continuo, o que las tasas de
interés estén muy cercanas a su límite
inferior de cero, el sistema se quedará sin
soluciones.

Este argumento tiene una parte contradictoria.
¿Acaso en los Estados Unidos el problema era más
bien que se ahorraba muy poco y no lo contrario? ¿No es
cierto que el déficit sistemático en la cuenta
corriente del país refleja un consumo excesivo, en lugar
de una demanda efectiva débil?

El trabajo reciente de Rajan, Stiglitz, Kumhof y
Ranciere, y otros, explica la aparente paradoja: los de los
niveles muy altos de ingresos financiaron la demanda de todos,
que permitió altas tasas de empleo y déficits
elevados de la cuenta corriente. Cuando estalló el
problema en 2008, la expansión monetaria y fiscal masiva
impidió que el consumo de los Estados Unidos se
derrumbara. Sin embargo, ¿resolvió el problema de
fondo?

Aunque la dinámica que condujo
a una mayor concentración del ingreso no ha cambiado,
ahora ya no es fácil obtener créditos, y en ese
sentido es improbable otro ciclo de auge y crisis. Sin embargo,
ello genera otra dificultad. Cuando se les pregunta por
qué ya no están invirtiendo, gran parte de las
empresas dicen que se debe a una demanda insuficiente.
¿Pero cómo puede haber una fuerte demanda interna
si el ingreso se sigue concentrando en los niveles
superiores?

Es improbable que con la demanda de
consumo de bienes de lujo se resuelva el problema. Además,
las tasas de interés no pueden ser negativas en valores
nominales, y la deuda pública creciente puede inhibir cada
vez más la política fiscal.

Entonces, si la dinámica que
estimula la concentración del ingreso no se puede
revertir, los más ricos ahorran una gran proporción
de sus ingresos, los bienes de lujo no pueden estimular una
demanda suficiente, los grupos de más bajos ingresos ya no
pueden obtener créditos, las políticas monetaria y
fiscal han llegado a su límite, y el desempleo no se puede
exportar; la economía se puede estancar.

El temprano repunte de 2012 de la
actividad económica de los Estados Unidos se debe en mucho
a la política monetaria extraordinariamente expansiva y
los insostenibles déficits fiscales. Si se pudiera reducir
la concentración del ingreso como se hizo con el
déficit presupuestal, la demanda podría financiarse
con una amplia base de ingresos privados. Se podría
reducir la deuda pública sin temor a una recesión
porque la demanda privada sería más fuerte. La
inversión aumentaría a medida que las perspectivas
de demanda mejoran.

Este tipo de razonamiento es particularmente relevante
en el caso de los Estados Unidos, dada la magnitud de la
concentración del ingreso y los desafíos fiscales
por venir. Sin embargo, la gran tendencia hacia mayores
proporciones del ingreso en los que más tienen es global,
y las dificultades que puede representar para la política
macroeconómica no deberían seguir sin
atenderse.

(Kemal Dervis, ex ministro de Asuntos Económicos
de Turquía y director del Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo, es vicepresidente y director del Programa de
Desarrollo y Economía Global de la Brookings Institution.
Copyright: Project Syndicate, 2012)

Yes, you can"t: los pobres tienen prohibido enfermarse
(¡50 millones de desasistidos!)

– No seguir a Estados Unidos en cuanto a atención
de salud (Project Syndicate – 28/3/12)

(Por Prabhat Jha, Dean T. Jamison) Lectura
recomendada

Toronto.- En momentos que la Corte Suprema de Estados
Unidos se encuentra a punto de abordar la Ley de Asistencia
Asequible (la histórica reforma de salud ridiculizada por
sus opositores como "Obamacare"), vale la pena señalar
que el número de estadounidenses sin seguro de salud
alcanzó un máximo histórico en 2010, su
año de promulgación. Alrededor de 50 millones de
residentes de Estados Unidos (uno de cada seis) pagan de su
bolsillo los gastos médicos en que
incurren.

La recesión de 2008 no es la única
razón para esta escalofriante cifra; también hay
que culpar a políticas y decisiones políticas de
larga data. A nivel mundial, pero especialmente para las
economías de rápido crecimiento, la lección
es simple: evitar el modelo de salud privada de Estados
Unidos.

EE.UU. es uno de los pocos países
de ingresos altos que no financia la asistencia sanitaria
mediante un sistema financiado con fondos públicos de
prepago. En promedio, los países más ricos gastan
aproximadamente el 11% de su PIB en salud, con una
financiación pública de más del 80%;
sólo el 14% de los gastos tienen lugar sobre una base de
pago por servicio. Las finanzas públicas (o, en algunos
casos, fondos de seguros cooperativos regulados por el gobierno
que equivalen a financiación pública) cubren la
mayoría de los servicios médicos discrecionales;
los seguros privados complementan solo servicios adicionales
mínimos.

La mayoría de los países
ricos opta por financiar su atención de la salud de manera
pública por varias razones. En primer lugar, la
atención de salud de libre mercado suele ser injusta e
ineficiente. Las necesidades individuales varían
considerablemente, y las empresas privadas suelen ser reacias a
asegurar a las personas que más lo necesitan (como quienes
ya están enfermos o sufren de dolencias como la diabetes,
que les predisponen a otros problemas de salud). Más
aún, es improbable que quienes adquieren la
atención – las aseguradoras y los pacientes – tengan la
información necesaria para elegir los tratamientos
más seguros y eficaces.

Al mismo tiempo, el gasto público
actúa como un freno sobre el gasto general, y evita la
rápida escalada de costes a la que contribuyen las
empresas de seguros privadas de Estados Unidos. El país
gasta el 1% de su PIB cada año, simplemente para
administrar su complejo y difícil sistema de seguros. Sin
una reforma del tipo que tiene ante sí la Corte Suprema de
Justicia, el total de los gastos de salud de Estados Unidos
aumentará de 16% del PIB hoy al 25% en 2025.

El impacto económico del sistema actual ya es
grave. El último censo de EEUU mostró un marcado
incremento en el número de estadounidenses que viven por
debajo del umbral de pobreza, hecho estrechamente relacionado con
la falta de seguro de salud, que a su vez refleja el exceso de
confianza en la cobertura de seguro provista por los
empleadores.

En las economías de los países emergentes,
los gobiernos deberían tener en cuenta cinco
consideraciones a la hora de diseñar los sistemas de
salud. En primer lugar, las inversiones en salud proporcionan una
importante red de seguridad contra las trampas de la pobreza,
especialmente en tiempos de crisis económica. Por ejemplo,
cada año, 37 millones de indios sin seguro caen por debajo
del umbral de la pobreza debido a gastos catastróficos en
salud (que por lo general se definen como costes superiores al
10%de los gastos totales de un hogar).

En segundo lugar, la financiación pública
de la atención sanitaria permite a los pobres usar ese
dinero para satisfacer otras necesidades. En países de
bajos ingresos, la mitad de todos los gastos de atención
de salud (alrededor del 2,5% del PIB) son privados (en
comparación con el 2% en países de ingresos
medios). Este gasto consume una gran proporción de los
ingresos de los hogares más pobres, impide inversiones
más productivas en el hogar, crea pocos puestos de
trabajo, y con frecuencia permanece sin pagar impuestos, ya que a
menudo se paga a los médicos y los hospitales "en
negro".

En tercer lugar, financiar la salud con fondos
públicos podría aumentar el empleo en general. Las
provincias de Canadá fueron integrando de a fases el
seguro nacional de salud de 1961 a 1975. El empleo y los salarios
aumentaron en las áreas donde se introdujo el programa, a
pesar de que el promedio de horas de trabajo se mantuvo sin
cambios. Por el contrario, las provincias con altos niveles de
cobertura de seguro privado tenían menores tasas de empleo
y un más lento crecimiento de los salarios. Más
recientemente, Canadá venció a EEUU al competir por
dónde se crearía una nueva planta de Toyota, en
parte porque los costes de seguro privado de salud en EEUU
suponían añadir varios miles de dólares al
coste de fabricación de un coche allí.

En cuarto lugar, los sistemas de salud nacionales
existentes en los países más ricos pueden servir
como modelos para las economías de mercados emergentes que
opten por adoptar sistemas similares. Es importante destacar que
las finanzas públicas no tienen por qué significar
solamente la provisión pública; los hospitales y
clínicas privadas a veces pueden ofrecer servicios con
mayor eficacia. Taiwán inició un sistema de pagador
único en 1995, frenando significativamente los costes de
salud y mejorando la calidad de vida de la población. El
nuevo sistema de cobertura universal de México se puso en
marcha primero en las zonas más pobres del
país.

Por otra parte, China constituye un ejemplo aleccionador
de las consecuencias de retirar el seguro de salud financiado
públicamente. A principios de la década de 1980,
las reformas de mercado dejaron alrededor de 100 millones de
ciudadanos rurales sin seguro, casi de la mañana a la
noche. Los costes privados se dispararon, las tasas de mortalidad
infantil dejaron de disminuir, y se debilitó el sistema de
vigilancia de enfermedades, lo cual puede haber contribuido a la
epidemia de SARS de 2002-2003, que se cobró más de
900 vidas en todo el mundo y causó pérdidas
económicas por un valor estimado de $60 mil millones de
dólares. El gobierno chino ha reconocido que las reformas
fueron un fracaso, y se ha comprometido a destinar varios miles
de millones de dólares a asistencia sanitaria financiada
con fondos públicos.

Por último, siguiendo el principio, "todo el
mundo está cubierto, pero no todo está cubierto",
los gobiernos deben investigar qué servicios son
más eficaces en función de los costes y
cuáles no deben ser financiados con fondos
públicos, debido a que son costosos e ineficaces. La lista
de los servicios asegurados siempre puede elevarse en
sintonía con las rentas y los ingresos del gobierno. En
particular, el aumento de los impuestos del tabaco produce un
beneficio doble: reducir el tabaquismo, la principal causa de
muerte en adultos, y aumentar los ingresos.

China, India y Sudáfrica se han comprometido a
adoptar un seguro nacional de salud. Cuál de estos
países lo logre primero no sólo dependerá de
sus ingresos, sino también de su voluntad política
por superar intereses creados. También de la capacidad de
las instituciones para diseñar una atención de
salud racional, monitorear la entrega del servicio y valorar
correctamente los nuevos tratamientos.

Los costes de salud en EEUU son
exorbitantes, con escaso valor por el dinero. Solo cabe esperar
que el "Obamacare", junto con los modelos que están
implementando los futuros competidores de EEUU, le inclinen a
adoptar el sistema de atención universal y con
financiamiento público que hace mucho debería haber
instaurado.

The Huffington Post: "traición al sueño
americano"

"La fundadora de "The Huffington Post" alerta en su
nuevo libro de la erosión del poder adquisitivo y de la
calidad de vida en Estados Unidos"…
El país de
la (des)igualdad de oportunidades (Cinco Días –
14/4/12)

Inconformismo. Llamada a la reflexión popular.
Toque de atención a la clase dirigente.
Exhortación, y no súplica, a que estos cambien las
cosas ahora o nunca. Todo eso destila el último libro de
la muy influyente escritora y columnista Arianna Huffington,
mundialmente famosa por ser la directora del exitoso The
Huffington Post, el diario online estadounidense que le dio una
vuelta de tuerca al negocio del periodismo en 2005.

Traición al sueño americano.
Cómo los políticos han abandonado a la clase media
(Taurus) denuncia una realidad ya palpable. El poder adquisitivo
y las oportunidades de prosperar de la gran mayoría de
estadounidenses caen en picado desde hace dos décadas. El
dinero no se emplea en lo que se debería, lo cual es muy
indicativo de las prioridades de la clase política de
EEUU.

"El famoso sueño americano dice que si uno
trabaja duro y sigue las reglas, puede mejorar la existencia
propia y la de sus hijos. Eso ya no pasa, ni en EEUU ni en
Europa. Pero el declive es mucho más grave en el caso
americano porque es, o ha sido, un país muy, muy rico",
señala Huffington en conversación
telefónica. Su interés en la actualidad le lleva a
preguntar a continuación: "¿La huelga está
siendo muy seguida?", en referencia a la del 29-M, día en
que tiene lugar la entrevista.

El tono del libro es directo, incisivo, y los argumentos
que brinda están bien respaldados por cifras. Un ejemplo:
"Desde 2003 se han gastado en Iraq más de 747.000 millones
de dólares de los contribuyentes. Con ese dinero se
habría suministrado o financiado lo siguiente: asistencia
sanitaria durante un año a 115 millones de personas de
bajos ingresos,… u 11 millones de maestros de escuela,… o
94,7 millones de becas universitarias", reza la página
55.

Huffington es una firme activista contra las guerras de
Afganistán e Iraq, indicador inconfundible de su giro a la
izquierda. Nacida en Atenas en 1950 como Arianna Stasinopoulos,
la empresaria de la comunicación recibió su actual
apellido de su exmarido, el congresista republicano Michael
Huffington. Se hizo popular como comentarista conservadora,
tendencia que revertió en los años noventa y que
incluso la impulsó en 2003 hasta la candidatura
demócrata a gobernadora de California (perdió
contra Arnold Schwarzenegger).

"Mantener dos guerras a miles de kilómetros es
muy caro, pero lo peor es que se están sacrificando las
vidas de muchos jóvenes para nada. Porque seamos sinceros:
la seguridad nacional de EEUU no depende de lo que suceda en
Iraq, donde supuestamente había armas de
destrucción masiva, o Afganistán, que se
vendió como la cuna de Al Qaeda", señala con su
hablar pausado y sosegado la autora.

Igual de reprobable le parece el enorme
esfuerzo empleado en rescatar los bancos y empresas quebrados
desde 2008. "El sentido de la emergencia con el que se
rescató a Wall Street nunca se ha empleado en mejorar las
condiciones de vida de la clase media americana. No se ha
priorizado el bienestar social, y por eso ahora estamos pagando
un precio tan alto", exclama la mujer a quien la revista Forbes
sitúa entre las 30 más influyentes del
mundo.

En su libro, Huffington incide en la erosión de
todos y cada uno de los pilares sobre los que, tal y como evoca
hasta el imaginario colectivo, se fundó el todavía
país más poderoso del mundo. Por ejemplo, la autora
recuerda las reflexiones que hizo a principios del siglo XIX
Alexis de Tocqueville, un aristócrata francés
enviado al Nuevo Mundo por la Corona para estudiar la novedosa y
revolucionaria arquitectura democrática que despegaba en
EEUU. "¿Todavía promovemos el bienestar del mayor
número de personas posible? Resulta difícil
imaginar que un Tocqueville moderno que comprendiera la amplia
dimensión de nuestro actual paisaje político y
económico, con su menguante clase media, sus empleos en
extinción, su creciente desigualdad económica, su
codiciosa oligarquía y su política pública
vendida al mejor postor, llegara a las mismas conclusiones",
escribe en la página 62.

¿Es reversible esta
situación? "Dependerá completamente de las
decisiones que tomemos", exclama. "El mundo está ahora
mismo en una encrucijada. Veremos si se acaba asumiendo la
narrativa de la austeridad o si se pasa a dar más
importancia al crecimiento económico".

Su nuevo libro, que salió a la venta en
España el pasado jueves, es el decimotercero que publica.
La autora dedica buena parte de su tiempo a dar conferencias por
todo el mundo sobre política y periodismo. En su
opinión, la irrupción de las redes sociales y la
innovación tecnológica han cambiado para siempre el
mundo de la comunicación. "Le han dado voz a mucha gente
que de otra manera no hubiese tenido acceso a una plataforma para
expresar sus puntos de vista", asevera. "El futuro de la
profesión será un híbrido entre lo mejor del
periodismo tradicional (rigor, imparcialidad, búsqueda de
la verdad) y la transparencia y la interactividad que ofrece la
tecnología", concluye.

Stiglitz: "el sueño americano es un
mito"

– El precio de la desigualdad (Project Syndicate –
5/6/12) Lectura recomendada

(Por Joseph E. Stiglitz)

Nueva York.- A los estadounidenses les gusta pensar en
su país como una tierra de oportunidades, opinión
que otros en buena medida comparten. Pero aunque es fácil
pensar ejemplos de estadounidenses que subieron a la cima por sus
propios medios, lo que en verdad cuenta son las
estadísticas: ¿hasta qué punto las
oportunidades que tendrá una persona a lo largo de su vida
dependen de los ingresos y la educación de sus
padres?

En la actualidad, estas cifras
muestran que el sueño americano es un mito. Hoy hay menos
igualdad de oportunidades en Estados Unidos que en Europa (y de
hecho, menos que en cualquier país industrial avanzado del
que tengamos datos).

Esta es una de las razones por las
que Estados Unidos tiene el nivel de desigualdad más alto
de cualquiera de los países avanzados. Y la distancia que
lo separa de los demás no deja de crecer. Durante la
"recuperación" de 2009 y 2010, el 1% de los
estadounidenses con mayores ingresos se quedó con el 93%
del aumento de la renta. Otros indicadores de desigualdad (como
la riqueza, la salud y la expectativa de vida) son tan malos o
incluso peores. Hay una clara tendencia a la concentración
de ingresos y riqueza en la cima, al vaciamiento de las capas
medias y a un aumento de la pobreza en el fondo.

Sería distinto si los altos ingresos de los que
están arriba se debieran a que contribuyeron más a
la sociedad. Pero la Gran Recesión demostró que no
es así: hasta los banqueros que dejaron a la
economía mundial y a sus propias empresas al borde de la
ruina recibieron jugosas bonificaciones.

Si examinamos más de cerca la cima de la
pirámide encontraremos allí sobreabundancia de
buscadores de rentas: hay quienes obtuvieron su riqueza
ejerciendo el monopolio del poder; otros son directores
ejecutivos que aprovecharon deficiencias de las estructuras de
gobierno corporativas para quedarse con una cuota excesiva de la
ganancia de las empresas; y hay todavía otros que usaron
sus conexiones políticas para sacar partido de la
generosidad del Estado, ya sea cobrándole demasiado por lo
que compra (medicamentos) o pagándole demasiado poco por
lo que vende (permisos para explotación de
minerales).

Asimismo, parte de la riqueza de los financistas
proviene de la explotación de los pobres, por medio de
préstamos predatorios y prácticas abusivas con el
uso de tarjetas de crédito. En estos casos, los que
están arriba se enriquecen directamente de los bolsillos
de los que están abajo.

Tal vez no sería tan malo si
hubiera aunque sea un grano de verdad en la teoría del
derrame: la peculiar idea de que enriquecer a los de arriba
redunda en beneficio de todos. Pero hoy la mayoría de los
estadounidenses se encuentran peor (con menos ingresos reales
ajustados por la inflación) que una década y media
atrás en 1997. Todos los beneficios del crecimiento
fluyeron hacia la cima.

Los defensores de la desigualdad estadounidense
argumentan que los pobres y los que están en el medio no
tienen por qué quejarse: puede ser que la porción
de torta con la que se están quedando sea menor que antes,
pero gracias a los aportes de los ricos y superricos, la torta
está creciendo tanto que en realidad el tamaño de
la tajada es mayor. Pero una vez más, los datos
contradicen de plano este supuesto. De hecho, Estados Unidos
creció mucho más rápido durante las
décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, cuando
el crecimiento era conjunto, que después de 1980, cuando
comenzó a ser divergente.

Esto no debería sorprender a
quien comprenda cuál es el origen de la desigualdad. La
búsqueda de rentas distorsiona la economía. Por
supuesto que las fuerzas del mercado también influyen,
pero los mercados dependen de la política; y en Estados
Unidos, con su sistema cuasicorrupto de financiación de
campañas y el ir y venir de personas que un día
ocupan un cargo público y al otro están en una
empresa privada, y viceversa, la política depende del
dinero.

Por ejemplo, cuando la legislación de quiebra
privilegia los derivados financieros por encima de todo, pero no
permite la extinción de las deudas estudiantiles (por
más deficiente que haya sido la educación recibida
por los deudores), es una legislación que enriquece a los
banqueros y empobrece a muchos de los que están abajo. Y
en un país donde el dinero puede más que la
democracia, no es de extrañar la frecuencia con que se
aprueban esas leyes.

Pero el aumento de la desigualdad no es inevitable. Hay
economías de mercado a las que les está yendo
mejor, tanto en términos de crecimiento del PIB como de
elevación de los niveles de vida de la mayoría de
sus ciudadanos. Algunas incluso están reduciendo las
desigualdades.

Estados Unidos paga un alto precio por
seguir yendo en la otra dirección. La desigualdad reduce
el crecimiento y la eficiencia. La falta de oportunidades implica
que el activo más valioso con que cuenta la
economía (su gente) no se emplea a pleno. Muchos de los
que están en el fondo, o incluso en el medio, no pueden
concretar todo su potencial, porque los ricos, que necesitan
pocos servicios públicos y temen que un gobierno fuerte
redistribuya los ingresos, usan su influencia política
para reducir impuestos y recortar el gasto público. Esto
lleva a una subinversión en infraestructura,
educación y tecnología, que frena los motores del
crecimiento.

La Gran Recesión agravó la desigualdad,
provocando recortes en gastos sociales básicos y un alto
nivel de desempleo que presiona sobre los salarios a la baja. Por
añadidura, tanto la Comisión de Expertos de las
Naciones Unidas sobre las reformas del sistema monetario y
financiero internacional, que investiga las causas de la Gran
Recesión, como el Fondo Monetario han advertido que la
desigualdad conduce a inestabilidad económica.

Pero, lo que es más importante, la desigualdad en
Estados Unidos está corroyendo sus valores y su identidad.
Cuando llega a semejantes extremos, no es sorprendente que sus
efectos se manifiesten en todas las decisiones públicas,
desde la política monetaria a la asignación del
presupuesto. Estados Unidos se ha convertido en un país
que en vez de "justicia para todos" ofrece favoritismo para los
ricos y justicia para los que puedan pagársela: esto
quedó demostrado durante la crisis de las ejecuciones
hipotecarias, cuando los grandes bancos creyeron que
además de demasiado grandes para quebrar, eran demasiado
grandes para hacerse responsables.

Estados Unidos ya no puede considerarse la tierra de
oportunidades que alguna vez fue. Pero no tenemos por qué
resignarnos a esto: todavía no es demasiado tarde para
restaurar el sueño americano.

(Joseph E. Stiglitz es profesor de la Universidad de
Columbia, premio Nobel de Economía y autor del libro
Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el
hundimiento de la economía mundial. Copyright: Project
Syndicate, 2011)

El "fin de la historia" que no contó
Fukuyama

– "¿El sueño americano? Los ricos son
más ricos y ahí se acaba la historia" (El
Confidencial – 14/6/12) Lectura recomendada

(Por Miguel Ayuso)

El "sueño americano"
está basado en una premisa errónea que no funciona
ni en el país que la vio nacer.
El escritor e
historiador Morris Berman (Nueva York, 1944) no se anda
con rodeos. Esta semana está de visita en España
para presentar su último libro, "Las raíces del
fracaso americano" (Sexto Piso), dónde traza una
evolución del pensamiento político y
económico de su país y llega a una
conclusión: Estados Unidos fracasará por no haber
prestado nunca atención a soluciones alternativas. En su
opinión, "las bases del capitalismo no están
funcionando. Se está derrumbando y va a
desintegrarse".

"La meta principal de la civilización americana",
explica Morris en el libro, "es y siempre ha sido una
economía en expansión perpetua e innovación
tecnológica sin límites". Morris define esta
tradición como "oportunismo", pues se basa en la premisa
del "sueño americano" de que todo individuo tiene la
oportunidad de triunfar, de crecer, como el conjunto de la
sociedad. El problema es que, tal como ha explicado Morris a El
Confidencial, esta ideología es errónea: "El
crecimiento no redistribuye la riqueza y además
está basado en la idea del infinito, de que los recursos
van a durar siempre, y esto no es verdad".

En opinión de Morris, "todo el
sistema se basa en la noción, popularizada mayormente por
Ronald Reagan, de que la riqueza se acaba filtrando a toda
la población. Pero eso nunca pasa. Los ricos son
más ricos y ahí se acaba la historia". El problema,
según el historiador, es que la población
estadounidense no se da cuenta de que vive en un
engaño
: "Las cifras reales de paro rondan el 18%
(Morris insiste en que las cifras oficiales, de un 8,2%, no son
reales). 200 millones de personas viven de cheque en cheque.
Tienen un trabajo, pero si tienen un accidente están en un
verdadero aprieto. La asistencia sanitaria cuesta dinero en
los EEUU y no lo tienen. Dos tercios de la población viven
en la cuerda floja. No me parece un gran éxito como
país".

La tradición alternativa

Morris ha rastreado la historia ideológica de su
país y explica en el libro que siempre existió una
alternativa al oportunismo; una tradición de corte
espiritual que insistió, "desde el siglo XVII", en la idea
de que el dinero y el crecimiento sin fin no debían ser la
meta de la sociedad. Esta "tradición alternativa", tal
como la define el historiador, era la dominante en el Sur hasta
la guerra civil. "La lucha entre el Norte y el Sur", explica
Morris, "fue un choque de civilizaciones. La esclavitud no era el
tema central, lo que quería el Norte era imponer en el Sur
el régimen oportunista, el capitalismo, aunque ellos no lo
querían. Desafortunadamente, la tradición del sur
estaba muy atada a la economía esclavista. Esa es la parte
triste. Teóricamente se pueden separar las dos cosas, pero
no por aquel entonces: el esclavismo soportaba esa forma de
vida".

Tras la guerra, la tradición alternativa fue
completamente ignorada y marginalizada. En 1979 Jimmy Carter -al
que Morris considera el último ideólogo alternativo
de peso- pronunció su famoso discurso, "El malestar
espiritual", en el que decía: "Americanos,
¿creéis que comprar puede llenar vuestras vidas?
Volved a pensar". Tal como cuenta el historiador, "Carter tuvo la
mayor derrota electoral de la historia de los Estados Unidos.
Ronald Reagan ganó por una barbaridad, porque decía
que comprar era la base de la vida. Después del 11-S
George W. Bush dijo lo mismo, que era necesario seguir comprando
en las grandes superficies".

La alternativa al "sueño
americano", al oportunismo, siempre ha existido, pero "se ha
considerado algo estúpido". Morris cree que la
ideología americana es tremendamente simplista: "Es como
una guitarra con una sola cuerda. Los americanos creen que
realmente sus vidas consisten en comprar. Es lo único que
quieren hacer y es lo que hacen.
Ven la televisión,
trabajan y compran. No somos un país inteligente. En
EE.UU. los ricos duermen confortablemente todas las noches y no
están preocupados porque saben que el 99% del país
quiere ser como ellos. No quieren encarcelarles, colgarles, ni
hacer una revolución: quieren ser ellos. Ese es el gran
problema. Si un americano no tiene trabajo no se para a pensar
que el capitalismo ha hecho que casi el 20% de la
población tampoco lo tenga. Lo que piensa es que es culpa
suya. La población americana está de acuerdo con
la cábala capitalista y quiere entrar en ella.
La
democracia está funcionando bien. Se está dando a
la gente lo que quiere".

Indignación pesimista

Morris no es en absoluto optimista. En su opinión
las alternativas a la ideología oportunista han
fracasado y su resurgir sólo vendrá de un colapso
total del sistema:
"Podría haber una alternativa al
colapso total si Carter hubiera ganado y Reagan hubiera perdido.
La habría si Rajoy dijera: "¿Rescate? Eso no es lo
que necesitamos. Es lo de siempre". En vez de eso sale en
televisión contento y diciendo que está bien lo que
ha hecho. El rescate es sólo un patético intento de
sostener un sistema que no funciona. Rajoy ha ganado algo de
tiempo pero, ¿qué va a hacer con él? No
tiene ni idea. Puedes estar seguro que dentro de seis meses
España volverá a la misma situación y
estarán hablando de otro rescate. Alguien tiene que
levantarse y decir que no podemos estar haciendo esto todo el
tiempo. Hay que hacer algo diferente".

¿Pero qué podemos hacer? Morris cree que
la base de todo es no pensar sólo en términos de
blanco y negro -que es cómo dice que piensan los
americanos-. En su opinión, algo que "funciona bastante
bien" es una economía mixta: "La crisis de 2008 tuvo un
impacto mucho menor en Noruega, Suecia, Finlandia o Dinamarca.
Protegieron sus economías porque no están
totalmente basadas en el capitalismo. Esto es un sistema
inteligente, no el capitalismo de cowboys y casinos de EEUU o el
comunismo de la extinta Unión Soviética. Es una
alternativa y es real".

El historiador insiste en que siempre "ha habido gente
que ofrecía una alternativa, pero nunca tuvieron acogida".
En su opinión, los americanos están entrenados
en el capitalismo desde que nacen
: "Tienen pensamientos
inconscientes como que hay crecimiento infinito y el individuo es
lo que cuenta. Todo esto lo maman desde que tienen dos o tres
años. Quién va a ganar, ¿la sociedad que te
ha educado durante toda tu vida o yo que te voy a dar una charla
de 45 minutos? Se creen que soy un mal chiste. Hay algo que
nos ha enseñado la historia, la exhortación no
funciona, funciona el poder
y mi lado nunca lo ha tenido. La
conclusión es que sólo nos daremos cuenta de esto
cuando el capitalismo fracase por completo y nos quedemos sin
recursos. Tendremos que recapacitar a la fuerza".

"No hay país en el mundo que sea tan
estúpido"

Aunque Morris ha seguido de cerca el movimiento de los
"indignados", y le resulta "esperanzador", no cree que logre
nada: "No creo que Occupy Wall Street sea un movimiento serio.
Es una cosa descentralizada que no se ha planteado ninguna
meta.
Si fallan no va a ser una sorpresa. Hay que tener las
cosas más planeadas. No puedes ganar una guerra
basándote en una emoción".

El historiador asegura que no es
optimista porque conoce a la gente de América. "Casi
dos tercios de los americanos creen en alguna versión del
creacionismo
", explica. "No hay país en el mundo que
sea tan estúpido. Me quita la respiración". Por eso
mismo hace unos años se mudó a México:
"Estaba cansado de los EEUU. No podía hablar con nadie, no
podía tener conversaciones como esta. Todo gira en torno
al oportunismo. Era demasiado opresivo. Quería ir a un
sitio donde aún hubiera aspectos de la cultura
tradicional". O quizás prefería estar un poco
apartado: "No me cabe duda de que, con el tiempo, acabaré
torturado en Guantánamo. Suena extremo, pero tarde o
temprano los EEUU acabarán siendo como la Inglaterra que
imaginaba Orwell en 1984. ¿Cuánto
tardarán en cogerme? Para mi América no iba de esto
cuando empezó".

El "auténtico" fin de la historia: "así se
jodió en invento" (décadas de
pérdidas)

"En la planta de AMI, una productora de pilas de
combustible con base en Michigan, Estados Unidos, se puede
escuchar el futuro de la manufactura"…
El declive de los
empleos industriales en EEUU (BBCMundo –
8/8/12)

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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